La eleccion de Moncef Marzuki como Presidente de la República de Túnez suena como una venganza para este feroz opositor del régimen del depuesto presidente Ben Ali y defensor de los derechos humanos de primera hora. En sí misma, la elección no fue una sorpresa. La troika ganadora de las elecciones se puso de acuerdo para compartir los tres puestos claves dela post revolución: el primer ministro, la Asamblea Nacional Constituyente para redactar la nueva constitución del país y la presidencia de la República. Estas posiciones son sucesivamente al partido islámista Ennahda, el partido Ettakatol (socialdemócrata) en el Congreso de la República (CPR), el partido de izquierda nacionalista fundado en 2001 por Moncef Marzuki. Es en 1979 cuando Marzuki unió a la Liga Tunecina de Derechos Humanos (LTDH) que venia de ser creada. Su activismo lo và a llevar una década más tarde a la cabeza de la Liga. Y es este compromiso inquebrantable a la causa de los derechos humanos que le permitirá ganar la ira de Ben Ali. Después de unos años, decidió ir al exilio en Francia, cansado de la persecución y el hostigamiento de la policía política.
Y cuando la revolución de diciembre de 2010 pone en llamas Túnez, muy naturalmente como militante victorioso regresa al país, coronado por años de lucha contra el régimen de Ben Ali. Sin embargo, desde que aceptó su nuevo cargo como Presidente de la República, el ex militante de la Liga es el objetivo de las críticas que vienen de todos lados. Es a su vez acusado de ceder a los islamistas a cambio de una simple presidencia honorifica, de guardar silencio sobre los ataques contra la libertad de expresión y la libertad individual en las universidades. Marzuki es culpado de lo peor que se le puede acusar a un ex activista intransingente de derechos humanos: el compromismo.